Las Enseñanzas Vibracionales de Yeshua

Las Enseñanzas Vibracionales de Yeshua

Yo Soy, Yo Soy

Las energías hoy son innegablemente potentes mientras recibimos el Día de Venus–Shabbat, donde el amor, la devoción y el descanso convergen. Sin embargo, hoy se percibe una corriente cósmica: la recepción del nuevo Papa, Papa León XIV, que es mucho más que un cambio de liderazgo; es una señal para el alma del mundo.

Cada vez que una nueva figura espiritual asciende al asiento de la fe global, se libera una nueva corriente arquetípica. No se trata simplemente de un cambio en la gobernanza terrenal, sino de un giro en la gran rueda de la evolución espiritual. El Papa, como vasija simbólica, se convierte en un nodo en la red planetaria, un punto a través del cual las energías antiguas se recalibran y se transmiten. Su presencia toca no solo las estructuras visibles de la religión, sino también la arquitectura invisible de la conciencia colectiva.

Esta mañana, mientras me sentaba con el peso y la gracia de estas energías, entré en mi espacio habitual de reflexión silenciosa de preparación al Shabbat. En esa quietud, una vez más, el código sagrado de “Eenana” de Yeshua—Yo Soy— surgió suavemente pero con fuerza en mi conciencia.

“Eenana” es más que una declaración; es una clave vibracional que nos ancla en nuestra verdad más profunda: más allá de los roles, más allá de las formas, somos emanaciones de la Presencia Divina. En tiempos de grandes cambios colectivos, como ahora, este código se vuelve aún más esencial. Mientras el mundo exterior se reconfigura, nuestro templo interior es donde sucede el verdadero anclaje.

En esta reflexión orante, fui llevada nuevamente a las enseñanzas luminosas del Zohar (Vayera 506), donde se revela algo profundo: el poder del nombre repetido. La Escritura nos habla de momentos en los que la Divinidad llama: “Abraham, Abraham” o “Samuel, Samuel.” Esto no es accidental.

Pero, ¿qué significa esta duplicación de un nombre?

El Zohar enseña que estos dos llamados no son meras repeticiones; son espejos de los dos aspectos del ser. El primer nombre llama al yo no perfeccionado, la parte de nosotros que aún está en proceso, que sigue ascendiendo, que sigue buscando la plenitud de lo que somos. El segundo nombre convoca al yo perfeccionado, aquel que ha integrado su propósito divino y que está alineado con su destino sagrado.

Pensemos en Abraham. Su viaje se transforma después de la atadura de Isaac. Su primer llamado fue al buscador; su segundo confirmó su integridad. Su fe selló su misión, completando algo dentro de su alma.

Luego está Moisés, quien es completamente único. El Zohar nos dice que no hay pausa entre los dos nombres “Moisés” porque Moisés fue íntegro desde el principio. La Shejiná nunca lo abandonó, ni siquiera desde el momento de su nacimiento. Su camino fue uno de pura encarnación; su esencia siempre estuvo alineada con la Presencia Divina.

Este es un poderoso código místico: a veces atravesamos largas estaciones de llegar a ser, mientras que en otros momentos de la vida somos llamados simplemente a ser.

Cuando Yeshua declara en arameo—Ena-na” (אֵנָא נָא), “Yo Soy, Yo Soy”—no está simplemente repitiendo las palabras de Moisés ante la zarza ardiente; nos está atrayendo hacia una vibración profunda de no-dualidad.

El Nombre Divino, “Ehyeh Asher Ehyeh” (Yo Soy El Que Soy), contiene en sí la verdad más profunda del ser: que Dios es la existencia misma, más allá del esfuerzo, más allá del devenir, pura presencia.

El Enana de Yeshua no es la afirmación de un yo dividido, sino de un yo tan completamente fusionado con la Fuente que no queda separación. Es una invitación no solo a seguir el camino, sino a ser el camino. No solo a buscar a Alaha, sino a encarnar la luz viviente de Alaha.

Lo que más profundamente conmueve mi corazón es cómo estas enseñanzas reflejan nuestros propios caminos.

Somos, en muchos sentidos, como Abraham y Samuel, caminando la espiral del devenir. Nuestras almas están siendo refinadas; somos probados, enseñados, estirados. Escuchamos nuestro nombre llamado una vez, y luego otra vez, cada vez una invitación más profunda hacia la integridad.

Y sin embargo, dentro de nosotros también reside la esencia de Moisés, la parte de nosotros que nunca ha estado separada, que sostiene la Shejiná como compañera constante. Hay momentos—breves y luminosos—en los que saboreamos esta plenitud, cuando no estamos esforzándonos, no estamos reparando, sino simplemente siendo.

El Enana de Yeshua nos recuerda esta verdad profunda. Nos susurra que mientras estamos llegando a ser, también ya somos íntegros. Que la luz que buscamos ya está dentro de nosotros, esperando ser recordada.

Vivimos en tiempos de gran transformación. Las energías colectivas están cambiando, recalibrándose. Lo sentimos en la elevación y el descenso del mundo que nos rodea, en nuestros cuerpos, nuestra respiración, nuestros sueños.

Pero debajo de todo cambio externo, el verdadero trabajo está adentro. Estas enseñanzas ancestrales nos recuerdan que nuestro llamado más grande no es solo presenciar la evolución del mundo, sino convertirnos en participantes conscientes de esa evolución.

El camino de la Magdalena, del alma Cristificada, es un viaje hacia Enana, desde la separación hacia la plenitud, desde la búsqueda hacia la encarnación.

Que demos un paso hacia la plenitud de nuestro ser, para reconocer que lo Divino no es algo que perseguimos, sino algo que ya somos.

Mientras avanzas a través de tu día y los días por venir, te invito a detenerte. Coloca tus manos sobre tu corazón y susurra:
“Enana… Yo Soy.”
Recuerda…

No somos solo buscadores de luz; somos vasijas de luz. Y el mundo está esperando que brillemos plenamente.

Recuerda:

Tu nombre, en la tradición mística, es una vasija de energía divina, una configuración única de luz y sonido que contiene la esencia de la misión de tu alma. Cada letra en un nombre canaliza una faceta específica de fuerza espiritual, y juntas, las letras forman un plano de tu destino.

Tu nombre está profundamente entrelazado con la néfesh (alma) y con el tikún espiritual (corrección o propósito del alma). Conocer tu nombre es vislumbrar la forma de tu viaje, los dones que traes, los desafíos que estás destinado a transformar y la luz que estás aquí para revelar.

Tu nombre sirve como un puente entre lo terrenal y lo divino. Vincula el cuerpo físico con los reinos espirituales. Recuerda pronunciar tu nombre en voz alta para canalizar la luz de tu alma.

Os deseo a todos un bendecido Día de Shabat.

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