El Aliento que Une Todas las Cosas
Mensaje de Shabbat
“El propósito de la profecía es la unificación.”
– Abraham Abulafia
En este Shabat sagrado, descansemos no solo del trabajo, sino de la ilusión de que estamos separados de lo Divino, separados unos de otros, separados del Aliento que nos creó.
Abraham Abulafia, el gran cabalista extático, enseñó que la verdadera profecía surge a través del aliento, de las permutaciones sagradas de los Nombres Divinos y de la unificación interior del ser con el Ein Sof, el Infinito. Sus métodos no eran meramente intelectuales, sino encarnados, vibracionales, rítmicos. Creía que el ser humano podía convertirse en un canal del flujo divino a través del sonido, la respiración y la repetición sagrada.
Permutar los Nombres de Dios es hacer circular la corriente divina a través del cuerpo, hacer descender el Infinito hacia lo finito y permitir que lo finito se disuelva en lo Infinito.
Es aquí donde encontramos a Yeshua y María Magdalena, no como maestros lejanos, sino como ecos vivos de este mismo camino. No solo hablaron lo Divino, se convirtieron en su frecuencia viva.
Yeshua, a través del aliento del Ruaj HaKodesh (Espíritu Santo), se alineó por completo con la Voluntad Divina. Su conexión con la Fuente no era externa ni impuesta; era interna, intuitiva, nacida de una comunión íntima con la Presencia Viva que habita en todas las cosas. No ascendió abandonando el cuerpo. Lo transfiguró, mostrándonos que la forma física no es un obstáculo para el Espíritu, sino su vaso más radiante cuando está infundido de Luz. Sus manos no solo tocaban; revelaban. Su silencio no era vacío, sino el eco del Nombre Divino esperando ser escuchado. Cada acto de sanación era un llamado al recuerdo. Cada aliento, una transmisión. Cada paso en el desierto, una experiencia de encarnación sagrada. La vida de Yeshua no fue un sermón, fue un lenguaje vibracional del Amor Divino hecho carne, el Logos encarnado a través de la ternura, la presencia y el fuego profético.
María Magdalena, la que más profundamente lo comprendió, era la encarnación de la Shejiná, la Femenina Divina, la Presencia que mora en el interior. Su capacidad para recibir, contener y revelar la Sabiduría Divina fue parte esencial del camino de Yeshua. Ella era el eco sagrado de su aliento, el útero que recordaba los sonidos divinos escondidos en el silencio.
Juntos caminaron el sendero del misterio más profundo de Abulafia: que la verdadera unión está más allá del concepto. Es el sonido sin sonido. Es el momento en que el alma bebe del pozo del No-Ser y regresa hablando Luz.
“El fin del pensamiento es regresar al principio del habla.”
En la Kabalá extática de Abulafia, uno no alcanza la iluminación escapando del mundo o del cuerpo, sino entrando en la espiral sagrada del pensamiento y el aliento, hasta que el alma regresa a su origen en el sonido, al Nombre Divino que le dio nacimiento.
El proceso que describe es uno de intención, vibración y aliento:
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El aliento purifica el pensamiento.
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El pensamiento se funde con el sonido sagrado.
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El sonido se convierte en el Nombre.
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Y el Nombre se convierte en unión profética.
Esto está profundamente conectado con la transfiguración de Yeshua.
Yeshua, como los místicos de la tradición interior, no evadió el mundo, lo sonó. Sus enseñanzas eran activaciones vibracionales. Cada sanación, cada silencio, cada parábola estaba codificada con el Aliento Divino. Regresó al principio del habla, al Logos puro, la Palabra antes del lenguaje.
Y es María Magdalena, la Shejiná hecha visible, quien recibe este sonido como transmisión. Ella porta lo que Abulafia llama el “alfabeto místico del alma”, donde cada gesto y cada respiración se convierten en un portal hacia el Conocimiento Divino.
Shabat como Reunión
El Shabat es el momento sagrado en el que la Shejiná desciende para habitar entre nosotros. Es el tiempo del Matrimonio Sagrado, entre los mundos superiores e inferiores, entre el alma y su Fuente, entre las corrientes masculina y femenina de la creación.
Abulafia enseñó que la experiencia mística más elevada no era la evasión, sino la éxtasis encarnado: el estado en el cual el alma, a través del aliento y el Nombre, se convierte en el recipiente por el cual fluye la Luz Divina hacia el mundo.
En Shabat, nos convertimos en el altar. La vela no es solo un símbolo, es la Luz del Infinito descansando en nuestro hogar, esperando que nuestro aliento se convierta en su oración.
La Novia es bienvenida. El Rey interior es despertado. El alma recuerda su origen.
Cuando encendemos las velas del Shabat, hacemos lo que una vez hizo María Magdalena: invitamos a la Shejiná a la forma. Recordamos que estamos hechos de aliento y polvo, pero destinados a portar llama.
Práctica de Shabat
Esta noche, cuando enciendas tus velas, haz una pausa en silencio antes de recitar la bendición. Coloca tu mano izquierda sobre tu corazón, tu mano derecha sobre tu vientre, y respira profundamente. Con cada respiración, recita el siguiente mantra en voz alta o en tu interior:
אֶחָד • רוּחַ • שְׁכִינָה
Ejad – Ruaj – Shejiná
Unidad – Aliento – Presencia Divina
Permite que tu cuerpo se convierta en el vaso a través del cual habla lo Infinito.
He compartido una preciosa meditación en movimeinto para practicar el día de hoy.
Nos Amo.
AHAVA,
Ana Otero